Pues a los bibliófilos también nos pasa eso de comprar un libro por la portada. Y como la literatura sueca no entra dentro del circuito de lo obvio, me encontré leyendo éste sin ninguna referencia sobre él o sobre su autor, lo cual es algo que si bien aumenta los riesgos de quedar atrapado en un pestiño del cual te empeñas en salir por la última página por puro orgullo, también es cierto que duplica la emoción que sientes al empezar la primera.
Así que cuando el bloggero me preguntó, a eso de la página 40, qué tal iba el libro, le contesté que parecía ser de introversiones. Porque ¿qué puedes esperar de un tipo cuyo mayor y casi único don en la vida es saber medir distancias y profundidades? A parte de eso, Lars Tobiasson-Svartman trabaja como hidrógrafo oficial de la marina sueca y ama profundamente a su mujer. Sin embargo, mantiene las distancias entre ellos, y también con todo lo que le rodea. Quizá por ello se pasa horas analizando el plano del buque en el que viaja buscando un escondite, un punto en la cubierta al que no tuviera visibilidad la torre de mando. Como si necesitase saber que mantiene la capacidad de poder huir en cualquier momento.
Pero de pronto, Lars Tobiasson-Svartman empieza a comportarse de forma inquietante, rompiendo el orden de todo lo que le rodea. Las pérdidas de control, la feroz agresión a un remero que moquea, y los crueles recuerdos de dolor y humillación de su niñez son sólo el principio de su sorprendente viaje hacia un fondo que ejerce sobre él una poderosa fascinación.
A partir de ahí, Profundidades te atrapa y ya no lo puedes soltar. Es una historia turbadora y sorprendente sobre los límites del ser humano, la soledad, la crueldad, la destrucción y la mentira.
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