En estas fechas en las que las hojas de los árboles parecen querer besar el suelo me viene a la memoria un disco publicado en los albores de este dos mil siete (concretamente en el mes de febrero) y lo hace porque las postales que contiene son plenamente otoñales, cuando no invernales.
“You can’t win”, tercer disco de este quinteto natural de Silverton, es taciturno en cada rasgueo de guitarra, en cada susurro, en cada golpe de baqueta o caricia de escobilla, en cada arreglo (sobre todo de instrumentos con cuerdas). Son canciones que también nos presentan a un autor, Al James, dotado de una sensibilidad portentosa y capaz de conjugar los verbos llorar y temblar en presente y en pretérito, ya que los referentes que maneja los encontramos tanto en autores o bandas contemporáneas (Damien Jurado -con el que ha compartido las tablas-, Ron Sexsmith, Lambchop, Will Oldham, Sun kill moon o Elliott Smith) como de décadas pasadas (Bob Dylan, Nick Drake o Neil Young).
Dolorean se mueve en ese carrusel que se desplaza en círculos entre el folk de dormitorio, el country de mecedora y el slowcore. Como si de unos Red House Painters fumando de la pipa de los mencionados Lambchop en el porche de Spain se tratara, los cinco de Oregon cuentan las mismas historias de perdedores con las que Willy Vlautin y sus Richmond Fontaine (el título del disco es el espejo de gran parte de lo que se cuenta en el interior) han hecho un género en si mismo, el country de corazón golpeado.
Un trabajo que guarda en su interior maravillas como: “What one bottle can do”, “The winter wrens” (recuperando a los R.E.M. de “Everybody hurts”), “Heather remind me how this end” que escribo su título con el pañuelo en la mano, el amargor dulzón de "In Love With The Doubt" o la ciclópea “Just don’t leave town” una enorme perla en el líquido agridulce que contiene el océano por el que navega Dolorean, merece cuanto menos el calificativo de clásico del siglo XXI.
Impecable en la ejecución y la producción, si un disco es un estado de ánimo, “You can’t win” es la melancolía personificada.
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