El grado de excitación que invade mi cuerpo sólo es comparable al de las grandes citas, esas que aceleran el pulso y la respiración, ese tipo de momentos en los que el corazón funciona más ràpido que el cerebro.
Sobre las tablas se halla Pegi Young (la esposa del autor de "Harvest") que esta dando carpetazo al prólogo de la actuación de su marido, ejecutando con solvencia y desparpajo una suerte de country clásico a imagen y semejanza de virtuosas del género como Lucinda Williams o Loretta Lynn.
Por desgracia solo puedo presenciar las dos últimas canciones de su set (fundamentalmente acústico) y me supieron a autentica gloria, habrá que seguirle la pista.
Unos quince minutos después y con los primeros acordes de "From Hank to Hendrix" revoloteando por el auditorio mi excitación se convierte en emoción, poco importa ya el sofocante calor que estamos padeciendo, las innumerables vicisitudes que le han acontecido a un servidor en las horas previas al show (incluyendo la pérdida del vuelo Madrid-Londres unas diez horas antes), ni el tremendo cansancio que se ha apoderado de todo mi cuerpo.
La actuación esta programada en dos partes, la primera acústica y en solitario y un segundo asalto con banda (Ben Keith a la pedal steel, lap steel, guitarra, organo y coros; Rick Rosas al bajo y coros; Pegi Young a los coros y vibráfono, Anthony Crawford al pìano y el Crazy Horse Ralph Molina a la batería y coros) y en formato eléctrico con un descanso entre una y otra de treinta minutos.
En ambas Young esta francamente portentoso, manejando su voz como otro instrumento más del perfecto engranaje que hace funcionar su música y apuntalando a la guitarra, piano, banjo y harmónica un repertorio que esta al alcance de muy pocos (creo que de nadie).
Porque no nos engañemos, un músico y compositor capaz de llevar al escenario de manera magistral alhajas del calibre de: "A man needs a Maid", "Heart of gold", Mellow my mind", " Hey Hey, My My", "Down by the River", Powderfinger", "Flying on the ground is wrong", Mr Soul" o "On the way Home" (estas tres últimas compuestas en su etapa con Buffalo Springfield) merece por derecho propio regentar el Olimpo de los dioses de la música popular.
Porque no nos engañemos, un músico y compositor capaz de llevar al escenario de manera magistral alhajas del calibre de: "A man needs a Maid", "Heart of gold", Mellow my mind", " Hey Hey, My My", "Down by the River", Powderfinger", "Flying on the ground is wrong", Mr Soul" o "On the way Home" (estas tres últimas compuestas en su etapa con Buffalo Springfield) merece por derecho propio regentar el Olimpo de los dioses de la música popular.
Parco en palabras, algo tímido y sobrio en las formas, el canadiense nos regala un concierto que es una sucesión de momentos oscilantes entre lo genial y lo mágico en porcentajes análogos y con un sonido prístino (el mejor que he tenido la suerte de disfutar) tanto en su faceta más íntima como en la robustez del formato eléctrico y centra sobre todo el repertorio en sus discos de los 60 y 70 -sobre todo estos últimos- décadas que condensan (creo) lo mejor de su extensísima obra.
Es ciertamente enternecedor ver a un personaje de 62 años desnudarse musicalmente en canciones al piano o a la acoustic guitar sin más acompañamiento que éstos (con puntuales detalles de harmónica) y su inconfundible voz para poco después retorcerse en el muro sónico que vomitan las 6 cuerdas de su Gibson en la segunda parte del concierto ofreciendo una lección de actitud que muchos deberían copiar......... se le nota sincero en el escenario.
Cada canción interpretada es un ladrillo más de la fortaleza melódica que el de Toronto va construyendo minuto a minuto con cimientos de folk crepuscular, country, psicodelia y rock con R.
Se quedan muchas canciones en el tintero (como es natural en una discografía tan prolífica), me hubiera encantado escuchar "After the gold rush", "Everybody knows this is nowhere", "Don't cry no tears", "Cinnamon girl", "Like a hurricane" o "Helpless", pero las escogidas saciaron más que de sobra mi ansia Neil Youngera.
La nota curiosa la pone un pintor situado en la parte de atrás del escenario que va plasmando en diversos lienzos estampas que a modo de ilustración presentan cada una de las canciones que va interpretando Young en el segundo acto y que coloca meticulosamente en la parte delantera-derecha del escenario.
Un solo bis, la preciosa "Roll another number" puso punto y final a dos horas y media de dulzura y furia, dejándonos la sensación de que cuando el talento, la actitud y la convicción se dan la mano encima de una tarima, la palabra ROCK cobra su auténtico significado en la figura de un hombre que ha demostrado ser la imagen de marca de una música que trasciende etiquetas.
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