En 2005 la etiqueta de Bloomington (Indiana) publicaba un doble CD que englobaba —a modo de reedición— los dos primeros trabajos del californiano Ricardo Sigilfredo Olivarez Swift-Ochoa, más conocido por estos andurriales como Richard Swift. Se trata de The Novelist (Velvet Blue Music-2004) y Walking Without Effort (Spunk-2005).
Un músico este “Ricardo” que mira desde abajo a los clásicos (Bacharach, Gershwin, Ray Davies, Leonard Cohen o Cole Porter), desde arriba a los neoclásicos como Ed Harcourt, Antony o Rufus Wainright y se coloca a la diestra de ese conjunto de cantautores que le dieron a principios de siglo un nuevo aire al pop de cámara, aunque su veteranía ya era incuestionable. Nombres como M. Ward, Richard Davies, Ron Sexsmith, el Stephen Merritt más elegante o Andrew Bird.
La edición está dividida en dos discos cada uno con su título y su sonido diferenciado, aunque no en exceso: "The Novelist" es una oda al cabaretismo y a la melodía sedosa del Tin Pan Alley, el segundo CD: "Walking Without Effortt", con un marcado discurso pop, está más cerca de Badly Drawn Boy, Eric Matthews o Richard Davies que de los héroes de los standards populares de los primeros años del siglo XXI.
daría su brazo el hijo de Loudon Wainright III), bien merece la adquisición de este producto; lo mismo ocurre con mismo que con las Ray Davisinas "Lovely night" y "Sadsong Street".
Pero al escuchar el segundo volumen: "Walking Without Effortt", uno se sumerge en otro universo (paralelo) que bebe de unas aguas más contemporáneas, las de ese manantial del que se saciaron en su día Brian Wilson: "As I go", Randy Newman: "Not wasting time" o Paul McCartney: "Beautiful heart" o coetáneos suyos como Ron Sexsmith: "Half Lit", Richard Hawley ("In the Air" podría incluirse perfectamente en el "Cole's Corner" del inglés), el Josh Rouse de "1972" o el último Warren Zanes: "Mexico 1977".
Yo no sé con que disco de los dos quedarme, lo mejor es disfrutar de la melancolía bipolar que nos presenta Swift ahora que las nubes aparecen y las hojas van a comenzar a caer.
Un deleite en toda regla para el sentido del oído.
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