El oasis al final del desierto del dial...

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viernes, 9 de octubre de 2020

Discos: «Yoko» BEULAH (Velocette Records-2003)

Beulah nos decían adiós en 2003 dejándonos una de las discografías más arrebatadoras (y diferentes) de los últimos treinta años. Con solo cuatro discos publicados en sus poco más de ocho años juntos, los de San Francisco se ganaron el corazoncito de muchos de nosotros a base construir un repertorio plagado de aristas melódicas, recodos armónicos y variantes estilísticas de todo tipo, pero con un lema claro: intentar fabricar la canción de pop neopsicodélico perfecta. Con sus tres primeros trabajos saldan cuentas con esa máxima, y es con Yoko, su álbum más doliente (también el más rico, instrumentalmente hablando), con el que pretenden ofrecer una cara menos animosa y más existencialista. 
En un primer acercamiento, sorprende la deriva más meditabunda por la que transcurren sus diez canciones, pero, tras unas cuantas observaciones más, uno se halla orbitando (de nuevo) en su particular espiral de sonidos valientes y lisergia neoclásica. 

No sé si el título del mismo se quiere referir explícitamente a la polémica mujer de John Lennon, pero lo que sí es cierto es que su interior bebe mucho de la última etapa de The Beatles. Aunque si hay que quedarse con un referencia para entenderlo sónicamente, esta debe ser inexcusablemente la aparición —en 2001— de Yankee Hotel Foxtrot (Wilco), que a su vez también repesca texturas de los cuatro de Liverpool. Sin eliminar del todo los pletóricos arreglos de viento y cuerdas que pueblan su material anterior, Yoko —desde su particular encanto melancólico—presenta un nuevo enfoque en las canciones de Beulah, aportando ambientaciones algo más oscuras dentro de su polifórmico multicromatismo, e incluso por momentos cercanas al country pop (esa pedal steel de Scotty Hay en «You Ere Only The King Once» y «Me And Jesus Don't Talk Anymore»). La sinceridad de Mike Kurosky como compositor deja bien claro que el final de algo no tiene por qué ser un caramelo amargo y dota de sensibilidad y una tenue luz su último cancionero. 

En febrero de 2003 Roger Moutenot y el mencionado Kurosky —líder de la banda— compartieron espacio en la cabina de control de los estudios Tiny Telephone (San Francisco) y New, Improved Recording (Oakland) y ambos consiguieron crear el diseño perfecto y encantador para poner el colofón dorado a una trayectoria impecable que nos dejó algunos de los momentos sonoros más deliciosos y emocionantes de las últimas tres décadas de producción fonográfica. Dejaron, además, el camino totalmente desbrozado para que otros lo pavimentaran con asfalto pop de primera calidad (pensad en The Shins), pero muchos de ellos se quedaron sin material a mitad de obra y el sendero se quedó sin terminar de adoquinar como Dios manda. Tras una exitosa gira por los EE.UU. y Europa, los miembros del grupo regresaron a casa con mucha ropa que lavar y demasiadas obligaciones familiares que tramitar, por lo que poco después el sueño de Beulah se desvanecía un cinco de agosto de 2004 con un espectáculo gratuito en Battery Park (Nueva York). 

Algunos los echaremos de menos, seguro, aunque siempre estarán ahí sus canciones para poner luz ante tanta oscuridad hoy en día. 




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