En estos días en los que (para muchos) disfrutar del calor del hogar en buena compañía se convierte en pasatiempo habitual, los que habitamos el Hotel Arizona llevamos una temporada que pasamos varias horas acurrucados en torno al calor de la chimenea, disfrutando de un buen café caliente y (sobre todo) de la gratísima compañía y la placidez que nos aportan las canciones del cantautor tejano Townes Van Zandt.
Podríamos haber elegido a Dylan, a Phil Ochs, Fred Neil o a Tim Hardin, por poner cuatro ejemplos de trovadores de empaque y que se movieron en el mismo registro que el de Fort Worth, pero es que la sensibilidad que Van Zandt imprime a todas sus composiciones nos parece más acorde con estos fríos días de otoño que nos han comenzado a fustigar.
Y el disco que más suena al crepitar de la leña es el tercero de su portentosa discografía, titulado con su nombre, grabado en los míticos Bradley’s Barn estudios de Nashville, publicado en 1969 por el pequeño sello neoyorquino Poppy Records y que ya engancha desde su preciosa portada.
En este “Townes Van Zandt” se recogen diez hermosísimas composiciones de folk otoñal en el que la guitarra (su fingerpicking) y la hermosísima lírica de Van Zandt llevan la batuta, acompañadas esporádicamente por percusiones, tenues contrabajos, armónicas, slides, flautas o fiddles. Todo interpretado bajo la atenta mirada desde la “pecera” del productor del álbum: Jim Malloy, cuya sapiencia ya la disfrutaron luminarias de la talla de: Elvis Presley, Frank Sinatra, Sam Cooke o Henri Mancini.
Un disco que, curiosamente, no se encuentra entre los más ponderados por la crítica pero que -para nosotros- contiene algunas de las mejores canciones dentro del extraordinario repertorio del trovador tejano y que hemos de colocar (por supuesto) como uno de los mejores discos de folk publicados en el último tramo de la década de los 60.
Canciones como: “For The Sake Of The Song”, “Columbine”, “Colorado Girl”, “Lungs”, “None But The Rain” o la vigorosa “Fare Thee Well, Miss Carousell” (adaptada incluso por Nacho Vegas) que hablan de desesperación, soledad, explotación laboral o relaciones sentimentales condenadas al fracaso, pero que en boca de Van Zandt suenan como celestiales y optimistas cantos a la esperanza, eso sí, cubiertos del pardo color que dejan las hojas de los árboles al abandonar las ramas y besar el suelo.
El otoño sin este disco sería lo mismo, pero nosotros seguro que lo disfrutábamos menos.
Siempre me alegra que alguien se acuerde de Townes , lo considero uno de los grandes, pura historia de la música popular americana del siglo pasado y que ha influido en cantidad de artistas actuales ; aparte de su discografía también es interesante su biografía como loser y trotamundos.
ResponderEliminarSaludos.
Hay que reivindicar su figura. Es la de uno de los más grandes sin duda.
ResponderEliminarComo la ropa, a sacar ahora estos discos del armario.
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