La cosa ya pintaba bien desde primera hora de la tarde, ya que tuve el privilegio y el honor de compartir cañas y viandas junto a la propia Holly y el otro 50% de su nuevo proyecto el norteaméricano Lawyer Dave's en una mítca taberna del centro de Madrid. Ella pizpireta, chistosa y charlatana, él algo más taciturno pero igual de educado amable y entusiasmado con la conversación, la idea de plasmar sus canciones en directo y los manjares dispuestos en la mesa.
Ya entrada (poco) la noche y en el incomparable marco de La Vía Lactea, la londinense y el tejano lo refrendaron desgranando una a una las prendas que esconde su entreñable y coqueto "You can't boy a gun when you're crying", salpimentado con clásicos de la llanura y otros artilugios perpetrados por la británica en volúmenes pasados.
Todo macerado con una delicadeza, inocencia y espontaneidad que hicieron que los escasos cien esqueletos que presenciamos el set disfrutáramos de una velada íntima y sutil como pocas. Y la osamenta aparece de nuevo, ya que tanto la una como el otro desnudaron su cancionero hasta dejarlo en paños menores y a nosotros con esa carita de satisfacción que solo se adquiere en los grandes momentos (o por lo menos en los que merecen la pena) y que no se borró hasta que los grandes volúmenes de "La Vía" comenzaron a atronar.
No sé a los demás, pero desde luego a mi me dió la sensación que el binomio estaba perfectamente engrasado y que a cada acorde o golpe de bombo y charles de Lawyer se solapaba magistralmente la ingenua, aniñada y a la vez maliciosa voz de Holly en perfecta comunión con unas canciones que casaban perfectamente con la indumentaria de ambos y con el maravilloso entorno que les cobijaba. Pocos peros a una actuación discreta (en el mejor de los sentidos), pese a la falta de volumen en las filas traseras al inicio del bolo y que se subsanó a medida que iba avanzando la gala y quizás la filición del duo por los sonidos más country y menos bluesy, pero no empañó en absoluto ese clima tan especial, tan de verdad.
Mención aparte merece el ciudado, mimo, gusto por el detalle, implicación y esmero con el que los propietarios de Radio City nos deleitaron para que todo (y todos) estuviera en su sitio y nos hicera, aunque fuera por poco más de una hora, partícipes de una idea y de un concepto del que ellos son abanderados y del que (por desgracia) otros andan tan desencaminados.
¡¡Felicidades y enhorabuena!!
Así da gusto disfrutar de algo tan esencial para nosotros como es la música.
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