Entre los ochenta y los noventa la efervescencia de las “ciudades gemelas” (desde St. Paul venían Hüsker Dü o The Honeydogs) estaba en uno de los momentos más brillantes de su historia moderna, por eso no era extraño que en 1984 John Freeman, reclutara a John Paul Joyce, Ron Anderson y Tom Lischmann para montar su propia banda y ponerle el magnífico nombre de The Magnolias. Hasta solicitó que Grant Hart (Hüsker Dü) les coprodujera su estreno en LP, el seminal Concrete Pillbox. Sus tres primeros álbumes —todos publicados por Twin/Tone y en los que progresivamente van atenuando el caos y acercándose más al lado más pop del punk— se dieron la fraternal mano con los combos de su zona de influencia territorial y temporal, siendo ellos el patito feo a la hora de hablar de popularidad. Pero Freeman iba a lo suyo y estaba esperando a que la fruta estuviera lo suficientemente madura como para hincarle el mordisco definitivo. Y eso ocurrió el catorce de abril de 1992 con el lanzamiento del pletórico y postcoyuntural Off The Hook, su estreno y único trabajo para la disquera de Kentucky Alias Records. No creo que engañe a nadie si digo que se trata de su obra mejor rematada —aparte de una de las creaciones capitales de su año de publicación—, y la que contiene sus números más memorables, como por ejemplo «Time Bomb», «Up The Ladder», «Don’t Pack It In», «My Little Flame» o ese monumento que es «When I’m Not», una de las canciones cuyo título debería estar tatuado en el omoplato de los verdaderos amantes de la suma de guitarras+rabia+melodía. En 1992 solo se mantenía de la formación inicial el propio John Freeman, y los músicos a los que este citó en los Gark y Creation Studios de Minneapolis fueron Caleb Palmiter al bajo, Tom Cook a la batería y Kent Militzer a la guitarra solista y los coros. De la producción se hizo cargo el reputado y experimentado Tom Herbers, un tipo que ya se había puesto a los controles de su disco de 1988, For Rent, y había hecho propio en trabajos de Soul Asylum, Gran Hart, el Starfish de The Church o ese mismo año del Hollywood Town Hall de The Jayhawks. The Magnolias no tardaron en recoger el testigo arrojado al suelo un año antes por The Replacements, y a costa de fusilar estilísticamente el legado de Paul Westerberg y los suyos, se propusieron ejercer de voceros del rock más rasposo y accesible. La lírica de Freeman recrea las recurrentes viñetas de vida callejera, desesperación e inconformismo que prendieron en los años de explosión del punk y los inmediatamente posteriores. Por eso no es de extrañar que se les pueda meter también el mismo saco que a luminarias de la mugre de colores y "bienoliente" como The Only Ones, Buzzcocks, The Undertones o The Real Kids.
Pero, cuidado, que este disco sea "quintaesencial" para una nutrida parte de los amantes del rock and roll no significa que tuviera una aceptación masiva y desde Off The Hook no volvieron a ser los mismos (porque siguen en activo). De hecho, la formación ha cambiado tantas veces su fisonomía —en la que solo se mantiene Freeman— que se hace difícil conciliar un cierto idilio con la regularidad. Pero, aún así, para muchos de nosotros gozaron de los beneficios de sus bien ganados (y cacareados) quince minutos de gloria underground con este disco, una obra que debería considerarse como el enlace entre dos décadas y dos generaciones, las que vivieron en primera persona el germen, la consolidación y la posterior mercantilización del rock independiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario