Como todos los veranos por estas fechas, Hotel Arizona se tomará unos (creemos que merecidos) días de descanso tras el último programa de la temporada, a emitirse el próximo treinta de julio. Ese barbecho se extenderá hasta el 3 de septiembre, día en el que volverán las ediciones en directo (y en diferido) de Hotel Arizona.
Mientras llega la hora de volver a disfrutar juntos con el repertorio habitual del programa (y como solemos hacer en todos los parones estivales) desenterramos unos cuantos tesoros que, seguro, harán vuestras vacaciones —o la vuelta al trabajo— mucho más placentera.
¡Sed extremadamente felices!
Kathy McCord KATHY McCORD (CTI Records-1970)
A la neoyorquina Kathleen McCord (Kathy McCord) dedicarse al negocio de la música le vino casi por obligación. Sus padres pertenecían al mundo de la farándula: Bill McCord era un locutor de radio y televisión en la NBC y Ann McCord ofició de corista en el programa televisivo de Perry Como. Antes de cumplir diez años ya ganaba concursos de talentos fuera de su ciudad. Cuando todavía era adolescente, su hermano William (Billy Vera) le presentó a Chip Taylor y este escribió dos canciones para ella, ambas editadas en si single de presentación de 1968. Pero se vendieron poco y Kathy pasó a un segundo plano. Un año más tarde, el mánager Murri Barber, vio en ellas unas aptitudes vocales notables y le sugirió al productor Creed Taylor (se rumorea que era un alias del propio Chip Taylor) que la fichara para su incipiente nuevo sello discográfico, CTI Records. Así en 1970 la primera referencia de esta nueva etiqueta es este Kathy McCord, un disco realmente exquisito en el que se ven reflejadas las filias de su protagonista y que iban desde Dusty Springfield a Bob Dylan, pasando por The Beatles —a los que versiona—, Joni Mitchell y Aretha Franklin. Yo añadiría a Judee Sill, Barbara Keith y, sobre todo, la elegancia de Laura Nyro. El lanzamiento de su debut en LP se vio empañado por desavenencias entre el propio Taylor y McCord, lo que se tradujo en que no se viera editado nada oficialmente hasta nueve años más tarde (aunque se trata de grabaciones realizadas en Woodstock inmediatamente posteriores a estas) con el álbum Baby Come Out Tonight, otra absoluta maravilla del soul-folk-pop de inicios de los setenta.
Waleeco FLAT EARTH SOCIETY (Fleetwood Records-1968)
Cierto es que en la década de los sesenta muchos adolescentes estadounidenses consiguieron trascender y ver publicados discos de los grupos en los que habitaban. En muchos casos se trataba de chicos muy muy jóvenes que se dedicaban a grabar canciones originales de sus ídolos y a ritmo de garaje, beat o rhythm and blues. Por eso este Waleeco tiene un triple mérito añadido. Primero porque se trataba de cinco chavales que no llegaban a la mayoría legal de edad; segundo porque todas las canciones (excepto una adaptación de «Midnight Hour») están escritas por ellos mismos y tercero —y lo que creo que es más importante— porque la propuesta que nos pusieron sobre la mesa en su único larga duración era más adulta que la de muchos de coetáneos de más edad. Aunque es cierto que la cavernosa voz de Phil Dubuque ayudaba a dar un empaque menos juvenil a sus canciones, aquí encontramos psicodelia inteligente, sonidos hipnóticos, instrumentales entripados y atmosféricos, sunshine pop sideral y pop ácido y barroco. Eran originarios de Boston y en un principio fueron creados como banda de apoyo para la campaña de publicidad de unas barras de chocolate llamadas Waleeco. Por un dólar y medio y seis envoltorios de la chocolatina podías adquirir este álbum. Eran otros tiempos, obviamente, en los que se tentaba a la chavalada con productos de esta calidad y naturaleza. Igualito que ahora.
The 3 Way LILYS (Sire-1999)
Tras cuatro discos publicados, en especial Better Can't Make Your Life Better (famoso por contener la celebérrima «A Nanny In Manhattan»), Kurt Heasley —o lo que es lo mismo, Lilys— ya es todo un camaleón sónico que acaba de encontrar una nueva identidad. Eso
se ve meridianamente claro en The 3 Way, un álbum en
el que se mira todavía más en el mismo espejo que lo hizo el Ray Davies de
finales de los sesenta (y también The
Zombies). Pero la figura del genio de Muswell Hill es utilizada como recurso,
no como excusa principal, ya que las excentricidades de Heasley son las que
mandan en unas canciones que se vuelven incluso más sinuosas y barrocas que en
sus obras precedentes. Él ensambla sonidos
de clavicémbalo (herederos de The Left Banke), guitarras fuzz prestadas por The Action, acercamientos al modelo de los Who de The Who Sell Out o a las texturas
del S.F. Sorrow de The Pretty Things. Las estructuras rara vez
permanecen en el mismo tono pasados unos pocos compases, y en ocasiones hace
acto de presencia hasta el free jazz. Muchas formaciones independientes de
finales de los noventa se obsesionaron con el pop lisérgico de los sesenta,
pero, de alguna manera, Lilys fueron precursores. La forma en que Heasley usó esa
década para abrir nuevos caminos creativos y su silenciosa influencia se merecen
más repercusión. Colaboran: Aaron Sperske (Beachwood Sparks) y Michael Deming (Pernice Brothers).
Molhado Do Suor ALCEU VALENÇA (Som Livre-1974)
Dentro de la inabarcable panoplia estilística de la que siempre ha hecho gala la cultura musical brasileña, el pasado seis de junio el sello madrileño Vampisoul volvía a reeditar Molhado Do Suor, el inconformista y revelador debut del pernambucano Alceu Valença. Adscrito al elitista y contracultural movimiento Udigrudi —con núcleo en Recife— este buscadísimo original liga con elegancia los ritmos tradicionales de su región geográfica de nacimiento (el noreste de Brasil) con el folk, la psicodelia y una pretendida actitud tribal. Y es que esta presentación del canarinho viene bien trufada de fuzz, sonidos primitivos, arreglos imaginativos, guitarras multicolor, voces y coros inusuales y tropicalia retorcida. Valença se ayuda de la versatilidad de Eustáquio Sena a la producción y de músicos de la estatura de João Cortez, Piri, Geraldo Azevedo o Lula Cortez. Un disco de una riqueza melódica tal que incluso destaca positivamente en la antes mentada capacidad para sorprender al mundo que durante los sesenta y setenta tuvo (y tiene, ¡qué leñe!) el movimiento tropicalista. Un disco publicado en pleno fortalecimiento de la MPB, innovador, insistente y multilateral.
The World We Knew FRANK SINATRA (Reprise Records-1967)
En 1967 el éxito y el carisma de Frank Sinatra ya eran incontestables (aunque no fuera su etapa más triunfal) y este The World We Knew así lo certifica. Casi concebido como una colección de singles que como un LP al uso, este disco confirma los dúctil que a finales de los sesenta se había vuelto el crooner de Hoboken, ya que se trata de un disco bastante pop (cercano a lo que hacía por aquellos años su hija Nancy), tanto en la producción, los arreglos y las texturas. Pero tratándose de Sinatra ya sabemos que debe ser aterciopelado y flanqueado por arreglos orquestales de primer nivel. Al hilo de esto incidir en que se utilizaron hasta cinco arreglistas diferentes. Ya el corte de apertura del disco, la profunda «The World We Knew (Over And Over)» —escrita por el maestro Bert Kaempfert—, nos revela su faceta más hipnótica, tenebrosa y, digamos, psicodélica. Famoso por secuenciar en su repertorio el dueto junto a su hija, «Something Stupid» (producido por Lee Hazlewood), el álbum agrega composiciones de Jim Harbert, John Barry, Johnny Mercer, Jackie Trent, Tony Hatch, los citados Hazlewood y Kaempfert e incluso Charles Chaplin. Puede que no sea al mejor disco de la leyenda de Nueva jersey, pero funciona como perfecto aglutinante de varias de las facetas del mejor balladeer de todos los tiempos.
Expo Botanica COSMIC ANALOG ENSEMBLE (Hisstology-2022)
El productor y multiinstrumentista libanés (afincado en Francia) Charif Megarbane lleva publicados más de ¡noventa! discos desde 2005 en proyectos como Heroes & Villains, Twyn Towers, Monumental Detail o el que nos ocupa, Cosmic Analog Ensemble. En todos ellos se resbala entre estilos como el folk, el free jazz y el blues sahariano, la library music, el easy listening, el soul cinematográfico, el funk granulado, el yatch pop, el sunshine pop retromoderno o las partituras de películas europeas antiguas. Tomándose su trabajo como jornadas de oficina, este nuevo repertorio de Megarbane sigue ahondando en su propio modus vivendi, ese en el que las melodías fluyen y se embellecen iniciándose en un riff o en un ritmo base al que se le van superponiendo los diferentes instrumentos. Expo Botanica sigue esa máxima y en él encontramos ritmo árabes, la experimentación de David Axelrod, la cosmicidad de Jean-Jaques Perrey, algo de funk descontextualizado, muchos sonido de películas italianas de los setenta, pop psicodélico y el ronroneo celestial de los sintetizadores Moog, las guitarras de doce cuerdas, el sitar, el vibráfono, el órgano Farfisa o el mellotron. Todo ello ejecutado en analógico (obviamente), por él solito y con la intención de poner música a sus preocupaciones botánicas. No se trata de un instrumental para rellenar espacios, sino un vehículo para la expansión y la evocación de lugares y tiempos indeterminados.