El oasis al final del desierto del dial...

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jueves, 21 de mayo de 2020

Treinta años de Some Friendly.

Mereciendo la ganadísima reputación y fama que al álbum homónimo de estreno de The Stone Roses se le ha ido reportando todos estos años, creo que el disco de presentación de The Charlantas (The Charlatans U.K. en EE.UU.) no ha tenido la misma vinculación directa —en términos cualitativos— con el grado de categoría que, creo, atesora. Aunque, haciendo honor a la verdad, el LP se aupó, al poco de su edición, al número uno de los charts ingleses y la banda tuvo una más que respetable cuota de portadas en NME o Melody Maker. Cardando un buen puñado de la lana cuya fama han criado Brown, Mani, Reni y Squire, Some Friendly (Situation Two-1990) fue un soplo de aire fresco tras el final de un decenio dominado (en buena parte de su calendario) por la ampulosidad y las producciones, cuanto menos, sospechosas de mal gusto y de las que no se libraron ni muchas de las vacas sagradas que habitaban el mapa sonoro de la época.

Se les colocó coyunturalmente dentro del dichoso sonido Madchester (cuando ellos eran oriundos de la región de West Midlands) y eso, en nuestra humilde opinión, cosificó algo su propuesta inicial, mucho más rica que algunas otras salidas de Factory Records y del lugar corpóreo al que peregrinaban sus feligreses, el club The Haçienda. Lo cierto es que algunas de sus canciones, sobre todo los singles, tenían una estructura y una intención similar a las de los grupos de Manchester y probablemente se pueda establecer tangencialmente cierta parentela sónica con Inspiral Carpets o The Stone Roses. De hecho, el celebérrimo sencillo «Fools Gold» de los de Manchester se toma como ejemplo claro para fabricar el corte que abre el disco que nos ocupa, la magnífica y ácida «You’re Not Very Well», y también incidir en que la puesta en escena de su líder, Tim Burgess, era casi calcada a la de Ian Brown. Pero si rascamos un poquito apreciamos que, aún con momentos secantes con TSR, el modus vivendi de su debut es un hedonista receptáculo en el se que fermenta un buen chorretón de la nueva psicodelia pop que se avecinaba, salpimentado con algún que otro detalle heredero de la pista de baile más resbaladiza.

Construido sobre sincopadas bases rítmicas y la obsesiva utilización del órgano Hammond B-3, cuyas teclas presionaba con fruición el malogrado Rob Collins, The Charlatans también podían ser manifiestamente ácidos cuando su guitarrista, John Baker, se ponía farruco. Pero Some Friendly es sobre todo un disco de texturas, de ambientaciones, de canciones que no tienen un alambre conductor definido (excepto el de la neolisergia bailable) y que posee la plausible capacidad de mantenerse erguido mientras otros álbumes de su generación se han visto tambaleados —o directamente noqueados— por el paso del tiempo. Porque aquí no hay una hilazón clara entre cortes, ya que aparentemente poco tiene que ver el pop asilvestrado de «White Shirt» con la nebulosa de «Then», el sonido deep purpleiano de «Believe In You» con la síncopa disco funk de «Polar Bear» o el velado homenaje a The Pixies en el inicio de «Flower» con el indie pop entripado de «Sonic» o con el chorro de energía psicodélica de «Sproston Green»; una canción que todavía cierra sus conciertos y que hace que recordemos que estos chicos aparecieron al mismo tiempo que Ride, pero ejecutando un estreno de mejores hechuras. A caballo entre décadas, y en aquellos tiempos de cambios de todo tipo, The Charlatans supieron colocar su sonido en una imperceptible y deliciosa tierra de nadie y hacerse un hueco en tiempos convulsos a base frescura e imaginación. Tras el estallido de su introducción siguieron publicando material —de hecho siguen en activo—, en el que encontramos momentos de inspiración (algunos muy aprovechables a día de hoy, sobre todo los de principios de los noventa) y declarados cambios de rumbo hacia paisajes más convencionales, pero que no llegan a la altura de este libidinoso Some Friendly.

El próximo ocho de octubre se cumplen ya treinta años de su edición y podemos decir, sin ningún tipo de prejuicio, que se trata de uno de los álbumes fundamentales de 1990 y que ha superado con nota la prueba del algodón a la que le ha sometido la pertinaz retirada de hojas del calendario.



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