sábado, 14 de noviembre de 2015

TERRORISMO, POP Y REPULSA.

Serían más o menos las once de la mañana del jueves 11 de marzo de 2004 y mi madre me despertó (sí todavía vivía con mis padres, y por aquellas creo que solo trabaja de pinchadiscos ocasional en algún tugurio, que diría mi padre, de la capital) con bastante sobresalto indicándome que había enfrente de casa, aparcada, una furgoneta sospechosa. Yo, la verdad, no entendía nada, pero la maravillosa señora Amalia me fue dando datos de lo ocurrido pocas horas antes en cuatro trenes de la red de cercanías de mi ciudad, Madrid. ¡Otro atentado! decía con la voz entrecortada. Yo todavía algo somnoliento no terminaba de asimilar toda la información, así que decidí encender la televisión e informarme con más “precisión” de lo sucedido. El resto es de sobra conocido, por lo que no voy a dar más detalles.


La cosa es que esa misma noche yo tenía entradas para el concierto que una de mis bandas favoritas por aquel entonces iba a dar en Madrid. Sería en la ya extinta Sala Aqualung y “ellos” eran Belle & Sebastian. Yo, consternado por toda la información y los hechos que se nos iban relatando los diferentes especiales informativos que se iban sucediendo en radio y TV, no daba crédito. La información era confusa, tanto en la autoría de los hechos, como en los motivos y el número de víctimas.

Ya por la tarde, con más datos en mi haber, pero el similar nivel de desconcierto se confirma que Belle & Sebastian no cancela su concierto de pocas horas después, aunque anunciaron que reembolsarÍan el dinero de la entrada a todo aquel que no quisiera ir. Uno en un principio se alegra enormemente (finalmente podrá ver a una de sus bandas emblema por aquellas) y luego piensa que igual lo mejor hubiera sido suspender el bolo (en realidad nunca he sabido valorar muy bien cuando empieza el respeto a las víctimas y cuando comienza la dignidad de sentirse intolerante y libre frente a la sinrazón de la violencia). El caso es que decidí ir y llegadas las nueve de la tarde -más o menos- allí nos encontramos centenares de personas esperando que los escoceses aparecieran sobre la tarima. En la sala, los corrillos previos al concierto se contaban por docenas y en ellos la confusión (en muchos sentidos) era palpable.


Poco después la banda salió a escena con un aplauso tembloroso de los allí asistentes. Una vez situados todos los músicos en los lugares establecidos sobre el escenario, Stuart Murdoch -líder de la formación- leyó en su lengua materna un muy sentido texto alusivo a lo acontecido pocas horas antes y a no mucha distancia de donde se iba a celebrar la actuación. Tras el breve alegato de Murdoch, éste propuso por obligación, que se guardara un minuto de silencio en homenaje a las víctimas de tan atroz y cobarde acto terrorista. Toda la platea enmudeció de repente en un respetuoso y sepulcral silencio solo interrumpido por, para mi mayúscula vergüenza, un amigo mío -curiosamente- francés, que clamaba por el inicio del bolo. Sé de buena tinta que lo hizo sin mala intención (la cerveza siempre es torpe en determinados momentos) y con un arrepentimiento notable poco después de su desafortunada interrupción de tan solemne, emotivo y merecido momento.


El caso es que B&S estuvieron sublimes engarzando sus preciosas canciones con un exquisito respeto a los allí congregados, un sonido prístino, una profesionalidad envidiable y haciéndonos partícipes de una actuación, por lo menos para el que esto escribe, memorable por las circunstancias circundantes y por otros muchos motivos. Un concierto único almibarado por la “agridulzura” de una situación espacio-temporal única y que, hablo en la hipotética boca de los que allí nos reunimos, no se volverá a repetir.

Pd. Escribo esto (en primera persona, aquí solemos utilizar el plural mayestático) para manifestar mi absoluta repulsa contra todo acto de violencia, justificada o no, y sobre todo para hacer valer la libertad ante cualquier planteamiento o pensamiento totalitarista, extremista y fanático (en el mal sentido) y mi para mostrar y ofrecer total apoyo y cariño a las víctimas del atentado de ayer en París y otros tantos que se suceden, por desgracia, a diario en otras partes del globo. No nos van a doblegar. Lo intentarán con todas sus fuerzas y toda su repugnante determinación, pero no van a someter nuestras enormes ganas de ser (como decimos en Hotel Arizona) extremadamente felices y, por alusiones, de disfrutar del placer de disfrutar de las más hermosas melodías. No, me niego en redondo. 


2 comentarios:

  1. Gracias Pepe. Qué pena, y que situación tan difícil y preocupante... Ahora, pienso que a las buenas personas solo nos queda protegernos los unos a los otros e intentar en la manera de lo posible hacer vida normal y, sobre todo, intentar seguir siendo "felices" con las cosas que nos gustan, aunque a veces estas barbaridades nos van minando, nos confunden, y sacan lo peor de cada uno de nosotros... Que dios os bendiga a todos, siempre nos quedará Hotel Arizona y sus maravillosas melodías, gracias de nuevo. Un abrazo enorme.

    MADRID!, imposible olvidarte.

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  2. Pues sí Anónimo, tema complicado... pero una buena melodía ayuda a solventarlo. ;)
    Muchas gracias y abrazo bien fuerte.

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